JULIO VERTICAL
II Estación:
“La Cumbre del Rumiñahui.”
9:50 pm., Domingo 30 de Julio, las luces del bus y los reflectores de los alemanes que encandilaban hacía difícil distinguir el sendero, de cualquier modo ya no importaba el hecho de que cruzábamos por fango o por la misma laguna del Limpiopungo, al fin llegábamos al transporte y esperábamos que el resto: ¡Quiénes arrancaron primero y aquella que decidió volver por su cuenta, estén juntos . . .!
Uno a uno van llegando a la tribuna de los Shyris, la mañana se muestra elocuente. Decididos, con optimismo nos enrumbamos a la tribuna del Sur y recogemos otro poco de gente, el transporte toma la panamericana y todo el callejón interandino, que alcanzamos a divisar: Ruco Pichincha, Atacazo, Corazón, Illinizas, Sincholagua, Pasochoa y Rumiñahui, tienen sus respectivas cimas nevadas, un poco extraño por ser época veraniega en Ecuador, “aunque con este clima nunca se sabe”, reflexiono para mí. De cualquier modo nuestra meta es la cima del Rumiñahui a 4720 msnm. y el clima esta despejándose. Una canelita más un sanduche con alma de pizza, pal frío y entramos por el puesto de guardia Sur del Parque Nacional Cotopaxi, avanzamos un trecho y nos invitan a viajar estilo chiva, la mayoría sube y solo unas ramas ocasionales nos dan problema. El frío abunda por este sitio. En poco tiempo arribamos a la Laguna del Limpiopungo (3830 msnm.), el punto de partida. A mano derecha del camino, el Cotopaxi nos da la bienvenida a su morada, en cambio, frente a él, en dirección occidental: el “Rumi”, con cariño, luce majestuoso, haciendo eco de su alma de volcán, imagino. En el grupo cada uno se equipa lo mas que puede, nos presentamos brevemente porque el viento no da para mas y avanzamos bordeando la laguna.
Al terminar de rodearla y con menos ventarrón se hace conveniente un estiramiento, la flexibilidad no es característica del grupo, bueno una “doceañera” saca la cara por todos y hasta un carpado ofrece. Avanzamos, el sol que acompaña obliga desarmar, de a poco, la coraza de ropa de montaña que habíamos montado. Les hablo de una cueva que se muestra como un punto oscuro en las faldas del Rumi, “ahí comeremos” se decide. El camino es una suerte de pajonal, chuquiraguas, chochos y pendientes, bordeamos sus laderas en forma diagonal, “ya habrá tiempo para escalar” les decimos a los impacientes. Es característico de este lugar la famosa “W” que es como “un paso de la muerte” de ese que hay en el Guagua Pichincha, pero dos veces.
Seguimos, cada vez parece mas cerca y la laguna se ha convertido, en un charquito a lo lejos. Se divisa también un par de aves a gran altura, “son cóndores”, se los reconoce por su tamaño y porque viajan en pareja. Empiezan un par de arenales pero ya estamos cerca de la cueva, una chica tiene calambres en su pierna por lo que decide esperarnos poco antes, como nos hallamos cerca de la cumbre no parece haber problema. Al fin llegamos a la esperada gruta donde les aseguro que empieza la cosa seria.
Dejan las maletas con la comida y los objetos que estorban junto al inicio de la escalada, todos menos el que lleva la cuerda y los implementos. Ahora aparecen más cóndores y están muy próximos, su vuelo es un espectáculo natural, razón tiene de ser tan simbólico. La ruta forma como un corredor, en el que al final, hay una gigantesca roca atravesándolo. Las piedras en el camino son filosas y cortantes, algunas parecen naipes y otras cuchillas, todas complican la escalada, igual que el viento de páramo entrando en una sola vía por el corredor, “chachaiii”. Al fin llegamos pero la cumbre no aparece, lo que si se ve es otra pendiente donde las rocas se desprenden con facilidad; esto dificulta de otro modo, neblina y hielo nos acompañan. La cuerda es puesta con una cinta que ha sido dejada en la ruta por otros, vieja costumbre de escaladores; “así se vuelve sencillo ascender”, pensamos, no obstante la inclinación del camino se acentuá. Dándonos modos entre todos subimos y de cuando en cuando gritando “piedra, piedraaa”, para avisar a los que van abajo, algunos hábiles, las esquivan, otros las detienen como pueden. Poco a poco la cima aparece, son las 4:20pm cuando orgullosos posamos, nos felicitamos e inclusive hacemos llamadas desde celular: “pa’que vean la calidad de la melcocha”, el viento apremia y el cansancio también, “con razón el Iván Vallejo solo pasa 10 minutos en sus cumbres: ¡Que frío!”.
Descendemos, esto parece sencillo, pero nos lleva mas tiempo del esperado, un primer grupo llega a la cueva y decide aprovechar los últimos rayos de luz: parten, otro segundo grupo se va y yo que estoy esperando que esas dos muchachas terminen de bajar. Subo a ayudarlas, igual nos toma un buen rato, apretamos el paso porque la noche nos ha caído. Un cuarto de Luna nos ilumina, pero esto no impide que una chica ruede un par de metros por los pajonales con un toque acrobático. No tenemos idea de donde están los otros, alguien prende una luz de flash de cámara de vez en cuando y más o menos nos ubica, saco la fosforera y hago lo mismo, un pito nos ayuda para señales auditivas. El Cotopaxi, azulado por la noche, luce fastuoso. Al fondo, a kilómetros de distancia el bus hace avisos con las luces para orientarnos. Alcanzamos al segundo grupo y la oscuridad se vuelve completa. Tratamos de encontrar el sendero pero parece imposible, entonces inventamos camino, ahí es cuando los resbalones junto con las caídas empiezan, con suerte los pajonales te amortiguan, por ratos se descansa y presenciamos las estrellas en todo su esplendor, alguien las ve fugaces incluso cuando caminamos: ¿Cómo haces para ver el cielo y caminar al mismo tiempo?, le preguntan, él dice, que le da lo mismo saber por donde caminaba y mejor mira al cielo. Otro descanso, de cualquier forma unos minutos mas o menos no hacen diferencia, ahora al parecer estamos en una planicie. Con un buen trabajo de equipo, la luz de unos celulares y siguiendo los residuos de las vacas que pastan por el lugar, encontramos un sendero del que no nos apartamos, también ocurre el preguntar ¿Donde estará el primer grupo que salió? ¿Y la chica que se quedo esperando?, “Tuvieron que haber oído el incesante pito si estaban por aquí”, pienso en voz alta. Decididos a llegar continuamos y alcanzamos un riachuelo que conduce a la laguna, al otro lado; nos identifican y el automotor prende la luz junto a unos reflectores que, ni idea, de donde aparecieron, esto enreda el avanzar, que a ratos lo hacemos por el agua pero ya no importa: “estamos por llegar al bus”.
Entramos y están todos, la alegría se vuelve explosiva, la percepción de la aventura es memorable, el cansancio tiene un sabor único, el lugar se ha hecho fantástico, la noche pinta colores increíbles y la experiencia es inolvidable. Nos despedimos de la pareja alemana que acampaba cerca y que gentilmente nos prendió los reflectores, “en la montaña todos hacemos fuerza por todos”, según se dice. Entonces nuestro transporte marcha de regreso para Quito . . .
“La Cumbre del Rumiñahui.”
9:50 pm., Domingo 30 de Julio, las luces del bus y los reflectores de los alemanes que encandilaban hacía difícil distinguir el sendero, de cualquier modo ya no importaba el hecho de que cruzábamos por fango o por la misma laguna del Limpiopungo, al fin llegábamos al transporte y esperábamos que el resto: ¡Quiénes arrancaron primero y aquella que decidió volver por su cuenta, estén juntos . . .!
Uno a uno van llegando a la tribuna de los Shyris, la mañana se muestra elocuente. Decididos, con optimismo nos enrumbamos a la tribuna del Sur y recogemos otro poco de gente, el transporte toma la panamericana y todo el callejón interandino, que alcanzamos a divisar: Ruco Pichincha, Atacazo, Corazón, Illinizas, Sincholagua, Pasochoa y Rumiñahui, tienen sus respectivas cimas nevadas, un poco extraño por ser época veraniega en Ecuador, “aunque con este clima nunca se sabe”, reflexiono para mí. De cualquier modo nuestra meta es la cima del Rumiñahui a 4720 msnm. y el clima esta despejándose. Una canelita más un sanduche con alma de pizza, pal frío y entramos por el puesto de guardia Sur del Parque Nacional Cotopaxi, avanzamos un trecho y nos invitan a viajar estilo chiva, la mayoría sube y solo unas ramas ocasionales nos dan problema. El frío abunda por este sitio. En poco tiempo arribamos a la Laguna del Limpiopungo (3830 msnm.), el punto de partida. A mano derecha del camino, el Cotopaxi nos da la bienvenida a su morada, en cambio, frente a él, en dirección occidental: el “Rumi”, con cariño, luce majestuoso, haciendo eco de su alma de volcán, imagino. En el grupo cada uno se equipa lo mas que puede, nos presentamos brevemente porque el viento no da para mas y avanzamos bordeando la laguna.
Al terminar de rodearla y con menos ventarrón se hace conveniente un estiramiento, la flexibilidad no es característica del grupo, bueno una “doceañera” saca la cara por todos y hasta un carpado ofrece. Avanzamos, el sol que acompaña obliga desarmar, de a poco, la coraza de ropa de montaña que habíamos montado. Les hablo de una cueva que se muestra como un punto oscuro en las faldas del Rumi, “ahí comeremos” se decide. El camino es una suerte de pajonal, chuquiraguas, chochos y pendientes, bordeamos sus laderas en forma diagonal, “ya habrá tiempo para escalar” les decimos a los impacientes. Es característico de este lugar la famosa “W” que es como “un paso de la muerte” de ese que hay en el Guagua Pichincha, pero dos veces.
Seguimos, cada vez parece mas cerca y la laguna se ha convertido, en un charquito a lo lejos. Se divisa también un par de aves a gran altura, “son cóndores”, se los reconoce por su tamaño y porque viajan en pareja. Empiezan un par de arenales pero ya estamos cerca de la cueva, una chica tiene calambres en su pierna por lo que decide esperarnos poco antes, como nos hallamos cerca de la cumbre no parece haber problema. Al fin llegamos a la esperada gruta donde les aseguro que empieza la cosa seria.
Dejan las maletas con la comida y los objetos que estorban junto al inicio de la escalada, todos menos el que lleva la cuerda y los implementos. Ahora aparecen más cóndores y están muy próximos, su vuelo es un espectáculo natural, razón tiene de ser tan simbólico. La ruta forma como un corredor, en el que al final, hay una gigantesca roca atravesándolo. Las piedras en el camino son filosas y cortantes, algunas parecen naipes y otras cuchillas, todas complican la escalada, igual que el viento de páramo entrando en una sola vía por el corredor, “chachaiii”. Al fin llegamos pero la cumbre no aparece, lo que si se ve es otra pendiente donde las rocas se desprenden con facilidad; esto dificulta de otro modo, neblina y hielo nos acompañan. La cuerda es puesta con una cinta que ha sido dejada en la ruta por otros, vieja costumbre de escaladores; “así se vuelve sencillo ascender”, pensamos, no obstante la inclinación del camino se acentuá. Dándonos modos entre todos subimos y de cuando en cuando gritando “piedra, piedraaa”, para avisar a los que van abajo, algunos hábiles, las esquivan, otros las detienen como pueden. Poco a poco la cima aparece, son las 4:20pm cuando orgullosos posamos, nos felicitamos e inclusive hacemos llamadas desde celular: “pa’que vean la calidad de la melcocha”, el viento apremia y el cansancio también, “con razón el Iván Vallejo solo pasa 10 minutos en sus cumbres: ¡Que frío!”.
Descendemos, esto parece sencillo, pero nos lleva mas tiempo del esperado, un primer grupo llega a la cueva y decide aprovechar los últimos rayos de luz: parten, otro segundo grupo se va y yo que estoy esperando que esas dos muchachas terminen de bajar. Subo a ayudarlas, igual nos toma un buen rato, apretamos el paso porque la noche nos ha caído. Un cuarto de Luna nos ilumina, pero esto no impide que una chica ruede un par de metros por los pajonales con un toque acrobático. No tenemos idea de donde están los otros, alguien prende una luz de flash de cámara de vez en cuando y más o menos nos ubica, saco la fosforera y hago lo mismo, un pito nos ayuda para señales auditivas. El Cotopaxi, azulado por la noche, luce fastuoso. Al fondo, a kilómetros de distancia el bus hace avisos con las luces para orientarnos. Alcanzamos al segundo grupo y la oscuridad se vuelve completa. Tratamos de encontrar el sendero pero parece imposible, entonces inventamos camino, ahí es cuando los resbalones junto con las caídas empiezan, con suerte los pajonales te amortiguan, por ratos se descansa y presenciamos las estrellas en todo su esplendor, alguien las ve fugaces incluso cuando caminamos: ¿Cómo haces para ver el cielo y caminar al mismo tiempo?, le preguntan, él dice, que le da lo mismo saber por donde caminaba y mejor mira al cielo. Otro descanso, de cualquier forma unos minutos mas o menos no hacen diferencia, ahora al parecer estamos en una planicie. Con un buen trabajo de equipo, la luz de unos celulares y siguiendo los residuos de las vacas que pastan por el lugar, encontramos un sendero del que no nos apartamos, también ocurre el preguntar ¿Donde estará el primer grupo que salió? ¿Y la chica que se quedo esperando?, “Tuvieron que haber oído el incesante pito si estaban por aquí”, pienso en voz alta. Decididos a llegar continuamos y alcanzamos un riachuelo que conduce a la laguna, al otro lado; nos identifican y el automotor prende la luz junto a unos reflectores que, ni idea, de donde aparecieron, esto enreda el avanzar, que a ratos lo hacemos por el agua pero ya no importa: “estamos por llegar al bus”.
Entramos y están todos, la alegría se vuelve explosiva, la percepción de la aventura es memorable, el cansancio tiene un sabor único, el lugar se ha hecho fantástico, la noche pinta colores increíbles y la experiencia es inolvidable. Nos despedimos de la pareja alemana que acampaba cerca y que gentilmente nos prendió los reflectores, “en la montaña todos hacemos fuerza por todos”, según se dice. Entonces nuestro transporte marcha de regreso para Quito . . .
I Página:
Cumbayá – Puembo en Bicicleta,
Sábado 15 de Julio, el día se prestaba para ciclearlo, el transporte estilo deportivo junto con las ganas de remontar esos años de muchachos cuando importaba el rodar con la choper o la bmx junto a tu gallada, eran ni más ni menos que las expectativas presentes.
Prestos y dispuestos nos bajamos en Cumbayá, cargamos nuestras modestas cantimploras (“tomatodo”) afinamos las bicicletas, alineamos nuestras gafas, gorras y guantes y entramos a la ruta antigua del tren. Nos recibieron unas chicas de la San Pancho quienes a manera de trabajo de quien sabe que materia, nos hacía un chequeo corporal básico: Altura, peso, cintura, niveles de grasa, como pa’darnos cuenta de si estamos calibrados en la onda light, deportiva o del tipo monótono, en todo caso nos obsequiaron una guía alimenticia bien recibida por todos.
Se arranco despacio, el camino en bajada hizo que de a poco algunos se reencontrasen en este caballo con ruedas, avanzábamos y el paisaje del valle era digno de postal, el río San Pedro a nuestro lado se veía como un pálido reflejo que se negaba a perder su encanto, ni que decir de la ruta del tren que estaba llena de matices y contrastes, la estación de Tumbaco, por su parte, era solo una casa añeja en el camino.
Continuamos, la siguiente estación tenía una distancia considerable, el estado físico en este punto fue menguando incluso algunos a ratos caminaban, se cruzaba por algunas calles que ni por idea se imagina uno como llegar, si va en coche claro, interesante la mezcla de ciudad mas caminos lastrados, llegamos a otro punto de descanso: Portal La Esperanza donde los jugos naturales preparados ese instante tenían el sabor a esfuerzo. Ahí estaba otra entrada y rumbo al Río Chiche. Esta ruta era magnifica de por sí, su vegetación sus cortes en la montaña sus peñas, el trayecto zigzagueante del río; todo llevaba la huella natural, que imaginamos, disfrutaba aquella gente que viajó en tren por estos lugares tan solo un par de décadas atrás. En la parte baja, el agua del río como que invitaba a meterse en unas discretas piscinas naturales que se formaban, lo malo es que de sobra se veía el malestar de las mismas. Ahora hacia arriba y el camino era interrumpido por un túnel en la montaña, oscuro como baticueva e igual de lúgubre, uno por uno nos aventamos mientras nuestra imaginación le pintaba historias tenebrosas o de pasadizo del tiempo, es increíble lo que causa la falta de luz, un poco más allá otro túnel y la ruta que recorría un par de cerros y acababa en el Portal Arrayanes con otro kiosco de jugos.
De ahí el llegar a Puembo era cosa simple, bueno al menos si el pasar frente a la vaca Batistuta atravesada en la vía, no causaba temor, su estación otro vestigio de lo que “alguna vez debió ser y no debió dejar de serlo”. Nos recibió con una comida característico - contundente. En cuestión de tiempo el transporte nos trajo de nuevo a Quito con novedosas imágenes atípicas rondando nuestra mente, la ruta de 20 kilómetros tuvo su exquisitez y desde ya hacemos fuerza porque sitios ecológicos así, sean reinventados para beneficio de todos.
5 Comments:
Chévere loco se te ve bien. Pero pacheco insipira esa fotito. Fla
By Anónimo, at 19:49
Waldy los mejores paseos que he tenido han sido los ultimos 3 a la cascada azul, que lindo, que naturaleza, que sensualidad de lugares y gente, riico.
La bicicleteada por la antigua via del tre otra fascinaciòn, me requiriò un esfuerzo adicional pero como siempre todos llegan, (menos una) jeje, los compañeros de abentura muy agradables y nos hemos divertido, sobre todo el cruce del tunel.
Y para finalizar la subida al majestuoso rumiñahui fue una pruebita par el vertigo a ratos, pero lo superamos todos y bajamos atrasaditos pero felices
Un abrazo y nos veremos en alguna acampada con parajes lindos y agua cristalina
By Anónimo, at 21:56
resulto interesante desempolvar las bicicletas y hacer el recorrido del ciclopaseo... lo disfruté mucho mucho, tanto asi que el calambre fué lo de menos.debo decir que el glamour de descansar bajo la sombra de los arbolitos en el parque.. le dió a Julio vertical... un tinte de horizontal... ja ja
EVY
By Anónimo, at 18:05
Aunque me costo caminar al dia siguiente.. el esfuerzo valio la pena. El grupo (chicas/os) muy lindo al igual que los paisajes de los que pudimos disfrutar.
Lo que debo practicar es el descenso verdad? siento haberme demorado chicos.. sorry, pero eso si.. si alguien necesita asesoria sobre como detener las piedritas que caen al ascender, yo les puedo dar unos tips. jajaja
La pase muy bien
Ma. Elena
By Anónimo, at 22:27
hola chicos, sus fotos y comentarios estan increíbles, transmiten la aventura de sus paseos. este fin de semana me han invitado a escalar el rumiñahui y por eso encontré su página, aun estoy muerta del miedo y con tentación de arrepentirme porque soy un poc miedosa, bueno, bastante. tienen alguna recomendación que puedan hacerme para decidir si ir o no?
mi mail es maribelpasquel@hotmail.com
gracias, un abrazo y sigan llegando a las cumbres
By Anónimo, at 21:43
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